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Histórica clonación de cepas viejas en Galicia 

Si el vino nace en la vid, el origen de la uva debe ser una buena base para el vino. Antes de nacer la oveja Dolly o de transmitirse la telenovela 

El Clon, incluso antes del establecimiento de las Rías Baixas como denominación de origen, un equipo de científicos recorría la Galicia más recóndita, en busca de cepas viejas de albariño para recuperar sus orígenes y trazar su senda para el porvenir.

Como resultado de este esfuerzo, el Consejo Regulador de la Denominación de Origen Rías 

Baixas, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), la Diputación Provincial de Pontevedra y la Xunta de Galicia acaban de suscribir un convenio, mediante el cual el CSIC cede la titularidad de 11 clones de la variedad albariño a favor del Consejo Regulador, para su posterior comercialización y permanencia en Galicia. Es la primera vez que en España se realiza un acuerdo de cesión de titularidad, en carácter de exclusividad, a una Denominación de Origen.

El cultivo de la vid en Galicia tiene una tradición de 2,000 años y la producción de vino está estrechamente ligada a las peregrinaciones del Camino de Santiago. En el caso concreto de la albariño, su variedad más prestigiosa, algunos debaten si es autóctona de la región o si, como piensan otros, es realmente una Riesling que trajeron los monjes de Cluny entre los siglos XII y XIII, y que luego fue transplantada por la zona, a la cual se adaptó.

Quizás con excepción de la comarca del Ribeiro, importante exportadora de vinos durante la edad media y hasta el renacimiento, las zonas productoras gallegas, en general, tenían poca trascendencia fuera de Galicia y se identificaban más con vinos corrientes. Pero a partir de la década de 1980 comenzó a verse una transformación en la producción de vino en tierras celtas y es entonces que, anticipando su potencial evolución, el Instituto de Investigaciones Agrobiológicas de Galicia inició un proyecto de investigación clonal que pretendía proporcionar planta de albariño seleccionada, inexistente en aquel entonces, a las nuevas y modernas bodegas que comenzaban a instalarse a pasos acelerados en la zona, para que éstas dispusieran de materia prima adecuada para poder operar en la medida de su crecimiento.

Selección de cepas e investigación

El primer paso del estudio, iniciado en 1987, poco antes del establecimiento del CRDO Rías Baixas, fue recorrer toda la geografía gallega con el objetivo de localizar ejemplares centenarios (200 ó 300 años) de la variedad albariño. Aunque tradicionalmente se identifica con las Rías Baixas, donde domina, la albariño es también cepa autorizada en las denominaciones de origen Ribeira Sacra y Ribeiro, denominación que recientemente sostuvo una disputa con las Rías Baixas por la exclusividad en el uso del nombre Albariño en sus vinos.

“Se recogieron cepas en zonas adscritas a las cinco denominaciones de origen gallegas, y también en zonas marginales en donde únicamente se conservaban unos cuantos ejemplares en emparrado, cuya misión fundamental era dar sombra al lado de la casa”, señala la Dra. María del Carmen Martínez, científica titular de la Misión Biológica de Galicia, vinculada al proyecto desde sus inicios.

La Dra. Martínez explica que se seleccionaron cepas centenarias debido al mayor potencial de éstas de representar material realmente autóctono, con la máxima adaptación a los suelos gallegos y a sus especiales condiciones climáticas. Las cepas viejas preceden, además, al gran trasiego de plantas de vid que tuvo lugar a partir de la llegada del mildíu, la filoxera y otras afecciones a Europa a finales del siglo XIX. “El carácter centenario también nos hizo pensar, como lo hemos confirmado luego, que el haber sobrevivido a todas estas plagas y enfermedades, podía deberse a la existencia de un cierto nivel de resistencia de las plantas centenarias a estas adversidades”, añade la investigadora.

Así, se seleccionaron para estudio 40 cepas, que además de su longevidad o de no presentar síntomas de enfermedad, exponían características típicas de la albariño, pero con particularidades agronómicas (época de maduración, mostos, producción, fertilidad y nivel de resistencia a enfermedades, entre otros) y ampelográficas (características de la planta en sí, como hojas, bayas, racimos). Cada una de ellas fue estudiada in situ durante cuatro años.

Este proyecto se interrumpió debido al fallecimiento de su principal investigador, retomándolo la Dra. Martínez en 1993, con la selección de los 11 mejores clones y réplicas de cada uno. Éstos se plantaron en una parcela experimental en el CSIC, donde se sometieron a idénticas prácticas de cultivo y condiciones de estudio. Esto ha permitido evidenciar diferencias en características del mosto y rendimientos de uva, según cada cepa.

Además, sobre los clones se realizaron, y continúan realizándose, diversos estudios, que incluyen caracterizaciones ampelográfica, enológica, agronómica, histológica, análisis de ADN, y otros aspectos, que convierten a este estudio en uno de los más abarcadores de su tipo en España. Según los datos del Centro, es, además, el primer estudio que demuestra la existencia de diferencias a nivel clonal en lo que concierne a capacidad de resistencia a enfermedades.

El futuro de los clones

Estos clones se encuentran actualmente en período de certificación a través de las vías legalmente establecidas. Los clones que se certifiquen como libres de virus una vez concluya este período se comercializarán, lo que los investigadores entienden brindará a los viticultores la oportunidad de elegir los clones de albariño que mejor se adapten a sus necesidades y preferencias y las de su terreno de cultivo, a un precio que describen como razonable, y con todas las garantías.

El próximo paso del estudio será probar cada uno de los clones en las diferentes subzonas vitícolas de la DO Rías Baixas. La Misión Biológica contempla completar un proyecto similar de selección clonal iniciado hace tiempo con la caíño tinto, variedad con que tradicionalmente se elaboraban vinos tintos pero, hoy día, casi desconocida, a pesar de su cultivo estar autorizado en varias denominaciones gallegas.

En este proyecto de recuperación del patrimonio vitícola gallego, de una riqueza varietal única en el mundo, la Misión Biológica contempla emprender estudios similares con la Godello, y otras uvas menos conocidas muy importantes en la viticultura gallega de los siglos XVIII y XIX, como la Tinta Castañal, la Albarello (Brancellao), el Blanco Legítimo y otras, que ahora parecen estar olvidadas.

Rosa María González (Viajes & Vinos, Inc)

 

Tempranillo en blanco y negro 

En 1988, Jesús Galilea trabajaba su viña riojana de cepas viejas de tempranillo cuando se percató de que en una de las cepas todos los pulgares presentaban sarmiento con uva tinta, excepto uno que produjo racimos con bayas blancas.  Sabio viticultor, con cuidado podó el racimo, asegurándose de dejar el pulgar, del cual posteriormente nacieron dos yemas. Pero además de eso, Galilea compartió su fortuito hallazgo con el Centro de Investigación y Desarrollo Agrario (CIDA) del Gobierno de La Rioja que, poco después, lo plantó y reinjertó para estudiar el comportamiento de esta nueva variedad de vid.

Tinto y blanco

El tempranillo blanco es una mutación genética natural del tempranillo tinto que se produce debido a alteraciones en los eslabones de los genes responsables de adscribir color a la baya. Se presume que esto se debe a factores ambientales. El que el tempranillo blanco se reproduzca como planta asexual, a través de un único sarmiento por multiplicación vegetativa, permite que se mantengan los genes idénticos, como un solo clon.

En 1993, y luego de observarse la estabilidad de los caracteres de la variedad, es decir, que la mutación no se había revertido, se comenzó a multiplicar hasta disponer de un centenar de plantas para estudiar su comportamiento vitícola y valorar su aptitud para usarse en la elaboración de vino.

Entre los tempranillo tinto y blanco hay más similitudes que diferencias. De las últimas, la principal es el color, verde-amarillo en el blanco y azul-negro en el tinto, pero también se observa que el tempranillo blanco tiene hojas, racimos y bayas más pequeños que el tinto. Al igual que éste, el blanco es también de ciclos cortos y manifiesta una similar sensibilidad

a las plagas y enfermedades que afectan su cultivo. El tempranillo blanco es una variedad de producción media, vigor medio-alto y alta graduación alcohólica. Tiene muchos racimos, pero pequeños y de peso mediano.

La Grajera

El Gobierno de La Rioja, a través de su Consejería de Agricultura y Desarrollo Económico, posee una diversidad de fincas que tienen un uso primordial de investigación y desarrollo, con el objetivo de compartir los conocimientos adquiridos con diversos sectores económicos. Entre las áreas de trabajo más importantes, la vitícola, de especial relevancia en una comunidad donde el valor de los terrenos y la industria del vino ha sido estimado recientemente por su Interprofesional del Vino en 9 mil millones de euros.

Finca La Grajera alberga la sede del CIDA, que realiza estudios a lo largo de todo el ciclo vegetativo del viñedo, para profundizar en su conocimiento a fin de procurar la mejor calidad de la uva. Control hídrico, plagas y enfermedades, comportamiento de la vid en hábitats diversos, recuperación de variedades autóctonas y erosión del suelo son algunas de las áreas de investigación. ¨Actualmente tenemos tres estudios en progreso, uno sobre la

ferti-irrigación, que busca evaluar la absorción de nutrientes al terreno, comparando métodos tradicionales con abonos directamente en agua de riego.

Tenemos otro sobre el comportamiento de la viña con el uso de cubiertas vegetales, y otro sobre el uso de subproductos del compost del champiñón como fertilizante¨, explica Juan Bautista Chávarri, Jefe de Sección del Area Vitivinícola de CIDA.

En las 80 hectáreas de viñedo de La Grajera hay un inventario de 1,300 ecotipos de variedades tradicionales de Rioja, y otras que lo son menos, como el tempranillo blanco, la turruntés de Abalos, la maturana tinta y otras variedades en peligro de extinción que se han venido recuperando. En la finca, el tempranillo blanco se ha sembrado adyacente a muchas de éstas para conocer su comportamiento en relación a las variedades recuperadas.

Como en otras zonas españolas, luego de la epidemia de la filoxera el viñedo riojano se replantó con variedades foráneas o de alto rendimiento en detrimento de muchas autóctonas afectadas por la plaga, que luego cayeron en desuso. En el caso concreto de Rioja, parte de su patrimonio vitivinícola genético también desapareció por haberse arrancado viñedo. Las cualidades que revelen esos ecotipos desconocidos permitirán parearlos con perfiles históricos documentados para determinar las cepas a las que correspondían y rehacer el patrimonio.

Una bodega institucional

Pero además de centro de investigación, La Grajera tiene otra misión importante, la de elaboración y crianza del vino institucional de la Comunidad Autónoma, que se utiliza en actos institucionales y otros proyectos, para propiciar neutralidad entre marcas. Aunque muy contadas, otras zonas españolas, también elaboran vinos institucionales.

A pesar de que se habían venido realizando microvinifiaciones, la del 2005 fue la primera cosecha en embotellarse de este vino experimental. ¨Fermentamos en octubre, usando tanques de acero inoxidable, y hemos querido manejar el vino de la forma más natural posible, para poder evaluar mejor sus aptitudes y potencial. Pero también hemos trabajado con barrica, tanto para fermentación como envejecimiento, pero con mucha cautela, probando mucho, para ver su adaptación a diferentes zonas y a la permanencia en barrica, así como su versatilidad en la elaboración de vinos jóvenes o destinados a la crianza en barrica¨, relata Chávarri.

El vino experimental que catamos, 100% tempranillo blanco sin barrica, se embotelló el mismo día de la degustación. De color frontera entre verde y pajizo, fue tímido en sus aromas, y aunque luego se abrió un poco, no fue particularmente expresivo. Reveló aromas con notas florales y frutas tropicales, como la piña, pero siempre de manera discreta. En boca es muy refrescante, quizás le falte un poco de acidez, pero destaca, sobre todo, por su gran elegancia y sutileza. Interesante, porque contrario a otros vinos que pueden ser diez en cada una de sus partes, pero no como un todo, en éste, los elementos individuales no son fuegos artificiales, pero en conjunto producen un vino altamente placentero.

El vino se ha estado dando a degustar de manera muy privada y se ha comenzado a compartir con unas pocas bodegas riojanas. Además del vino experimental a base de tempranillo blanco, en La Grajera se elaboran un tinto, Viña Grajera, y un vino ecológico, de sorprendente calidad ambos. Aunque el CRDOca Rioja aún no ha incluido al tempranillo blanco como una de las variedades autorizadas, a nivel nacional la cepa ya forma parte del registro de variedades españolas de vid, según indica Chávarri.

Patrimonio vitícola y comercialización

La ampliación del patrimonio vitícola tiene, además de una importancia agrícola-histórica, una relevancia comercial. ¨La homogenización no vale, hay que ser diferente y dar complejidad, y por eso es que se están recuperando variedades autóctonas a través de toda España, apoyándonos en la diversidad para mejorar los vinos, enriquecer los cupajes, y tener los instrumentos que permitan una mayor versatilidad en la elaboración de caldos que respondan a las preferencias que vayan notándose en el gusto del mercado¨, concluye Chávarri.

 

 

 

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